La hora actual de la Iglesia en Europa está marcada por una crisis de fe que podría medirse por esa conciencia que nos habita a todos de llevar no solo un idólatra en nuestro corazón, algo que siempre ha sucedido, sino por cargar con un verdadero ateo que no ve a Dios en el horizonte. En esta situación solo hay dos salidas: la acedia y la voluntad de entregarse con radicalidad a la fe no solo con una voluntad moral, sino con un entendimiento y una imaginación en búsqueda, confiados y esforzados.Y debemos elegir este segundo camino ya, ¿o acaso no notamos cómo, pese a todas las proclamas de renovación, estamos estancados en una acedia que se oculta con disputas vanas para seguir nuestras propias inercias?