«Esta puerta es la entrada al Palacio del Vacío. Es la puerta de Dios. Es nuestro mismo yo, el yo verdadero llamado por Dios a una unión perfecta con Él. Y cruzamos secretamente esta puerta al responder a la llamada de salvación: ''Ven conmigo al Palacio del Vacío donde la miríada de cosas son una''» (James Finley).